Estadio de los Juegos Mediterráneos, desatando la euforia en los más de 15.000 espectadores que llenaban el estadio, provocando una espectacular invasión de campo y por supuesto, la celebración durante la noche de toda la ciudad de Almería. Algunas piezas, tales como «Flores de palma», exhiben, además, una notable facultad para la vistosa pintura verbal; otras, como «La hija de Herodías», poseen gran intensidad dramática, otras fascinan por un misticismo semi-sensual, y «Chaitivel» y «Bisclavaret» son salvajemente imaginativas.
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