Pero aunque La luz del mundo (1891), obra en la que esta idea tomó forma, poseía un considerable mérito poético, carecía de la novedad temática y de ambientación que habían otorgado al poema anterior gran parte de su atractivo; y, así, no pudo repetir el éxito alcanzado por La luz de Asia. Esta última crítica probablemente sugirió a Arnold la idea de intentar un segundo poema narrativo cuya figura central debía ser el fundador del cristianismo, como lo había sido el fundador del budismo en el anterior.
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